Ninette y un señor de Murcia
 Autor: Jorge Fernández Puebla (jorgefernandezpuebla@gmail.com)
En una sociedad donde el declive del libro es una realidad y multitud de tipos de texto compiten por ser editados, encontramos uno de los menos populares entre las estanterÃas de medio mundo, quizá porque su sentido no radica precisamente en ser leÃdo sino en ser interpretado, en el más amplio sentido de la palabra: el libro de teatro.Â
Bien vaya dirigido al lector «normal» o a todo aquel que quiera trabajar sobre el mismo, existen en el mercado distintos tipos de ediciones: comentadas para su estudio como las de la editorial Cátedra, de lectura cómoda y orientadas puramente a su disfrute como las de Anagrama o en las que prima el espacio, aunque incluyendo metainformación sobre la obra en sus ediciones de bolsillo, como puedan ser las de Austral. Propuestas totalmente válidas pero poco atractivas para el lector y más aún para el que quiera acercarse a los dramaturgos.
Ante esta problemática y encontrándome frente a un estilo narrativo que ofrece tantÃsimos datos sobre lo que está sucediendo en sus páginas y, más aún, tantÃsimos datos de cómo tiene que suceder, me planteé trasladar la esencia de la puesta en escena, de una tarde con un par de entradas para asistir al teatro, al libro (como objeto) que recoge la obra.
Para establecer las bases y construir eel proyecto, me basé en la utilización de cuatro metáforas básicas que restan ruido al proyecto y lo dotan de una fuerte significación.
Entrada
Es el paso o acción que nos da acceso al recinto; sin ella el resto de la acción teatral no tiene sentido. Trasladada a un fajÃn se utiliza como metáfora de acceso, de implicación del lector que con este gesto accede a la obra.Â
Telón
Es la magia del teatro, lo que esconde todo. Su apertura se espera con inquietud y nos posiciona ante lo desconocido.
En este caso, he jugado con el término «desaforar» que, aplicado al teatro, hace referencia a asomarse desde dentro, siendo actor, a la platea. Lo traduje en una portadilla que deja entrever una potente imagen que «desafora» y nos predispone  a pasar de página.Â
División de los dos actos en dos libros
Como espectadores, somos libres de ver una obra en su totalidad o uno de sus dos actos, marcharnos en el descanso del primero si la sala nos lo permite o acudir al vestÃbulo.
Literariamente es un recurso utilizado para quebrar la obra y justificar en los diálogos del segundo acto el paso del tiempo. En mi apuesta por trasladar fielmente la escena al libro, tratar de aunar todo en un solo tomo serÃa un sinsentido.Â
La reflexión posterior
Representada a través de un tercer apéndice titulado «Lo que se ve/ lo que no se ve», pretendo cerrar la experiencia teatral a través de la reflexión que comúnmente sigue al disfrute de cualquier espectáculo. Es un momento de coloquio, de pensar en que habrá sido de los personajes, en grupo o en soledad. Y como quiera que generalmente nos preguntamos que habÃa detrás de ese primer telón, la forma del libro nos invita rebuscar en él para hallar respuestas.
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Cualquiera que haya leÃdo algún libro de teatro sabrá que en él se dan descripciones para desarrollar la obra, tales como la escenografÃa a utilizar y su temporalidad -noche, dÃa, si llueve, etc-, al principio de cada acto, asà como el reparto de personajes. Si recorremos el texto nos encontramos con información parecida, delimitada entre paréntesis, (los llamados apartes y acotaciones) previas a una acción del personaje como, por ejemplo, el tono de voz del mismo, el estado de ánimo asà como diferentes notas entre diálogos como, por ejemplo, qué suena en el tocadiscos de la casa dónde transcurre la acción.
Son estos elementos los que he querido trasladar al papel, desgranando la escenografÃa que describe el autor en forma de ventanas, poniendo cara al reparto a través de un álbum familiar o incluyendo un cuadernillo interior en cada acto, que nos muestra un poco el contexto gráfico en el ParÃs de los años 1960, en el que transcurre la obra, atendiendo a esas acotaciones antes citadas. En ellos podemos encontrar la portada del disco que suena, cartelerÃa de los almacenes en los que trabaja su protagonista asà como de obras que se citan en el texto y algunas contribuciones para ilustrar trozos de diálogos especialmente relevantes. Siempre se ha atendido al estilo gráfico de la época basado en la documentación que he recopilado y estudiado para el proyecto.Â
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Gráficamente, el elemento más notable es el uso que hago del guión como carácter tipográfico porque, desde mi punto de vista, es la esencia de una edición teatral. Su presencia y abundancia es lo que diferencia a una novela de este tipo de publicación. He querido remarcarlo en la gráfica de todo lo que no es texto en sÃ, como hilo conductor y generador de direcciones visuales asà como elemento que da pie a la información, tal y como lo es para el diálogo de los personajes.
Simplemente, tras darle vueltas a la elección del proyecto y pensar en cosas más complejas, di con la respuesta. Si conseguÃa manejar todas las partes del proceso de un «simple» libro, objeto que considero base de nuestra profesión, y salir de él dignamente, podrÃa quizá algún dÃa llegar a ser diseñador gráfico.
Escuela: Escuela de Arte Número 10 de Madrid
Tutora:  Charo Sánchez
Curso académico: 2011-2012
Para saber más:
¿Tomamos un café?
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Porcs i Senyors
On & Paper
Nada es lo que parece
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Panoptic magazine
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Parte siete