Objetos al servicio del fuego sagrado
La antorcha y el pebetero funcionan como objetos litúrgicos dentro de las ceremonias olÃmpicas del fuego.
Isabel Campi | Diciembre de 2012 |
Cuando emprendà el trabajo de documentación de este artÃculo sobre las antorchas y los pebeteros de los Juegos OlÃmpicos me llamó la atención la insistencia de los diseñadores, sobre todo de André Ricard, en señalar su carácter de objetos litúrgicos y la valoración de su trabajo como arte sacro. Era evidente que semejantes diseños se encontraban imbuidos de unos atributos que trascendÃan en gran manera la correcta adecuación entre forma, función y material que se les supone. En consecuencia uno de mis objetivos era averiguar de donde procedÃa dicho carácter religioso y a que clase de ceremonias servÃan.
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Por otra parte, por motivos de extensión, no me propongo hacer un estudio histórico de todas las antorchas y pebeteros que se han diseñado hasta ahora aunque tengo que reconocer que vistos en su conjunto son bellÃsimos ejemplos de diseño de la era contemporánea. Mi objetivo es estudiar los que se diseñaron para los Juegos OlÃmpicos de Barcelona 1992 y situarlos en el contexto de la tradición del encendido y traslado del fuego olÃmpico.
Una religión laica
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En mi opinión, el mayor espectáculo del mundo, los Juegos OlÃmpicos, son capaces de aglutinar enormes esfuerzos humanos y económicos, de reunir a miles de personas en una ciudad y de captar el interés de miles de millones de telespectadores porque se encuentran imbuidos de una mÃstica —real o ficticia— que no encontramos, por ejemplo, en otros espectáculos globales como los mundiales de fútbol.
Supongo que no soy la primera en señalar que el Movimiento OlÃmpico Internacional (MOI) se difunde y articula como una religión. Una especie de religión laica, sin dioses antropomórficos y todopoderosos pero eso sÃ, consagrada al deporte que puede contemplarse como un dios a quienes sus fieles practicantes reverencian. El olimpismo posee todos los elementos que debe tener una religión consolidada: un programa de valores universales, orÃgenes mÃticos, padres fundadores, textos sagrados, iglesia, sacerdotes, santos y actos litúrgicos.
Los tres ideales que difunde el MOI son la excelencia, el respeto y la amistad. A estos valores de carácter universal se añaden seis campos de actuación ejemplares: construir un mundo mejor a través del deporte, contribuir a la paz y el desarrollo a través del deporte, educar, contribuir a la emancipación de la mujer y a la preservación del medioambiente y el deporte para todos (1).  En oposición a las malas prácticas asociadas al deporte como el hooliganismo, el dopaje, la desconsideración hacia el contrario o el no saber perder, como dijo Miquel de Moragas con ocasión de los Juegos OlÃmpicos de Atenas 2004:
«El olimpismo sólo se justifica si es capaz de superar estas contradicciones y convertirse en referente humanÃstico del deporte moderno. Los Juegos OlÃmpicos comparten con el deporte de masas su capacidad para expresar identidades y emociones de manera espectacular. Pero la especificidad olÃmpica, lejos de ser un romanticismo acrÃtico, debe identificarse con una opción cultural basada en la renovación de sus valores tradicionales: humanismo, internacionalismo y educación».(2)
El olimpismo, como cualquier religión que se precie, tiene unos orÃgenes mÃticos. Estos son los juegos deportivos que se celebraron en la antigua Grecia entre el siglo VIII AC y el siglo IV DC. Los juegos se dedicaban a los dioses olÃmpicos y tenÃan lugar en la llanura de Olimpia, situada en la parte occidental del Peloponeso, que se hallaba equipada con toda clase de construcciones deportivas y presidida por los majestuosos templos del dios Zeus y su esposa Hera. Los Juegos OlÃmpicos se vinculaban a los festivales en honor de Zeus pero no formaban parte de su rito sino que tenÃan un carácter más laico y pretendÃan mostrar las cualidades fÃsicas y el rendimiento de los jóvenes varones al mismo tiempo que se fomentaban las buenas relaciones entre las ciudades griegas. Durante los juegos la guerra estaba prohibida. De todos modos, según los especialistas, los Juegos OlÃmpicos de la antigua Grecia debÃan su pureza e importancia a la religión.
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Barón Pierre de Coubertin. |
El padre fundador del olimpismo es el historiador y pedagogo, el barón Pierre de Coubertin (1863-1937) quien a su vez se basó en las teorÃas educativas de Thomas Arnold. Arnold era un pastor anglicano nacido a finales del siglo XVIII que creÃa en la búsqueda de la perfección espiritual mediante el deporte y la higiene de tal modo que inspiró una reforma de las escuelas británicas basada en las lenguas clásicas, las matemáticas, la historia y el deporte. Esta reforma llamó la atención de Coubertin, quien abandonó su carrera militar para estudiar ciencias polÃticas y para conocer y practicar sobre el terreno las virtudes del «cristianismo muscular» de Arnold. Inspirado por ideas de carácter liberal e individualista, Coubertin definió las consignas del olimpismo —citius, altius, fortius— (más rápido, más alto, más fuerte ) y confirió al movimiento olÃmpico su carácter internacional y ecuménico. A él se debe la organización en 1896 en Atenas de los primeros Juegos OlÃmpicos internacionales de la era moderna.(3) Coubertin es también autor del diseño de la bandera olÃmpica en la que se entrecruzan cinco aros representando los cinco continentes.
Además de la profusa obra de Coubertin sobre las virtudes educativas del deporte, el texto canónico del olimpismo, su constitución, es la Carta OlÃmpica que define los principios fundamentales del MOI en tanto que filosofÃa de vida que promueve el esfuerzo y la superación mediante el deporte. La Carta contiene además los estatutos que regulan las acciones del Comité OlÃmpico Internacional (COI) y también proporciona los criterios para la organización de los Juegos. Su última actualización data del 8 de julio de 2011. (4)Â
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De todo lo dicho se desprende que el COI es algo asà como la iglesia oficial del olimpismo y sus miembros los sacerdotes que ofician la ceremonia de los juegos y dictaminan lo que está bien y lo que está mal de acuerdo con los valores y las reglas que inspiran el MOI y que se describen en la Carta.
Indudablemente los «santos» del olimpismo son los atletas. Seres humanos que disciplinan su cuerpo y se sacrifican hasta lo indecible en aras del deporte con el objetivo de practicar la excelencia y conseguir récords. Su premio son las medallas que se otorgan durante los juegos asà como la medalla Pierre de Coubertin que el COI otorga a los atletas que han demostrado el mejor espÃritu deportivo durante los Juegos. Se supone que los atletas olÃmpicos compiten desinteresadamente y sólo con su esfuerzo ya que no perciben ninguna retribución por participar en el evento en el que, además, el dopaje está estrictamente prohibido. Los actos contrarios al espÃritu olÃmpico merecen la descalificación inmediata
El acto litúrgico por excelencia de la religión olÃmpica son los Juegos OlÃmpicos, el megaevent global y televisivo más importante del mundo contemporáneo. Este acontecimiento cuatrienal se organiza a partir de unos rituales, principalmente las ceremonias de apertura y clausura, cuidadosamente planificados y actualmente muy consolidados. En estas ceremonias el encendido y traslado del fuego ocupa un lugar muy importante.
Las ceremonias del fuego
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Porque si el olimpismo se articula como una religión no hay duda que el fuego es su metáfora perfecta. El fuego es el sÃmbolo del espÃritu olÃmpico que penetra en el estadio y brilla durante la celebración de los Juegos al igual que lo hacÃa durante los Juegos de la antigua Grecia en los templos de Zeus y Hera. En la mitologÃa griega el fuego era el secreto del conocimiento que el dios Prometeo robó a los hombres. También es sÃmbolo de purificación y promesa de fertilidad y uno de los cuatro elementos que ordenan el cosmos. Según Josep Ramoneda, la llama purificadora preside los Juegos porque, como ocurre con todas las grandes fiestas, se hace necesario invocar el perdón y el favor de los dioses. Según este filósofo, los intereses, la competencia y el dinero que mueven los juegos necesitan el acompañamiento de un rito purificador. Se supone que el fuego purifica y santifica los juegos y por esta razón los anticipa y los preside. (5)Â
Cartel con la representación de la Torre Maratón, Juegos OlÃmpicos de Amsterdam, 1928. |
Aunque en la actualidad las ceremonias del fuego parecen consustanciales a la celebración de los Juegos OlÃmpicos, es una tradición totalmente inventada y relativamente moderna. La llama olÃmpica se encendió por primera vez en la Torre Maratón presidiendo los Juegos de Amsterdam de 1928. Sin embargo, la idea de que ésta tenÃa que encenderse en Grecia y trasladarse a la sede de la competición deportiva mediante un sistema de relevos se debe a Carl Diem, un estudioso alemán del olimpismo y miembro del COI que tuvo la idea de incorporar un ritual relacionado con el fuego en los Juegos OlÃmpicos de BerlÃn de 1936. Estos Juegos, que tuvieron el dudoso honor de ser organizados por el partido nazi bajo la guÃa de Joseph Goebbels, se presentaron como la apologÃa de lo griego. Una idea seductora para Hitler que veÃa en los Juegos de la antigüedad la manera de ilustrar su creencia de que la Grecia clásica era la precursora aria de moderno Reich alemán. De acuerdo con las ideas de Diem, la llama de los Juegos fue encendida en Olimpia mediante un espejo cóncavo, lo cual garantizaba su pureza, y fue trasladada hasta el estadio de BerlÃn por un sistema de relevos mediante antorchas que transportaron más de tres mil corredores. Este nuevo ritual fue inmortalizado por Leni Riefenstahl en la pelÃcula Olympia. (6)Â
 Leni Riefensthal, Olimpia, Ceremonia de apertura y cierre, BerlÃn 1936.Â
A pesar de sus oscuros orÃgenes, las ceremonias del fuego olÃmpico se celebran ininterrumpidamente desde 1936 y no han cambiado sustancialmente: se trata de encender la llama en Olimpia a partir de los rayos del sol, luego de trasladarla a Atenas y de allà a la sede de los juegos, por lo general muy alejada de Grecia, mediante un sistema de relevos. Durante la ceremonia de apertura de los Juegos el último relevista enciende un pebetero cuya llama presidirá en el estadio olÃmpico durante la celebración de las competiciones deportivas hasta el momento de su clausura.
Las ceremonias del fuego se prolongan mucho en el tiempo y pueden durar meses en función del recorrido. Más o menos desde que Diem lo diseñó, el esquema de las ceremonias del fuego se mantiene pero lo que ha cambiado es su comunicación. El paso de la llama olÃmpica por los pueblos y ciudades era un motivo de alegrÃa y la gente se acercaba a los relevistas para verla de cerca y tocarla. TenÃa connotaciones de ritual, de procesión laica en incluso de vuelta ciclista.  Sin embargo a medida que se ha ido convirtiendo en un espectáculo televisivo global su dimensión ha cambiado. Ahora lo que importa es la imagen y la correcta transmisión de la señal de televisión. La logÃstica del traslado de la llama olÃmpica es tan complicada que durante los juegos de Atenas 2004 fue encargada a la empresa americana Além especializada en la organización de eventos deportivos. Ésta se ocupó de la correcta toma de las imágenes y de rodear a la llama de un aparato de seguridad totalmente blindado, lo cual no se llevaba especialmente bien con su carácter de ritual cercano al pueblo.
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Lenovo Group, antorcha, Juegos OlÃmpicos de PequÃn, 2008. |
Porque la seguridad de la llama es un auténtico quebradero de cabeza para los organizadores. Lo ideal es que ésta no se apague durante todo su recorrido. Pero, a parte del hecho de que puede apagarse debido a las condiciones atmosféricas, las caÃdas de los relevistas o los fallos en el sistema de encendido, a nadie se le escapa que un acontecimiento tan mediático constituye un terreno abonado para las protestas de toda clase de grupos disidentes que buscan un eco en los medios de comunicación. Durante el traslado de la llama de los juegos de BerlÃn 1936 ya se produjeron algunos altercados en Yugoslavia y Checoslovaquia. En los juegos de Barcelona la antorcha corrió siempre bajo la amenaza de un atentado terrorista de ETA, que por fortuna no se produjo, aunque los activistas de «La Crida a la Solidaritat en Defensa de la Llengua, la Cultura i la Nació Catalanes» lograron empapelar con una pancarta el pebetero de Ampurias donde la llama reposó la primera noche de su entrada a España. En los Juegos de PequÃn los activistas intentaron apagar la llama diversas veces en protesta por la falta de respeto a los derechos humanos por parte del Estado Chino.
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Otro objetivo problemático del COI es mantener la pureza de la llama. Ésta procede del Sol ya que se enciende en Olimpia mediante un espejo cóncavo y luego emprende su periplo por todo el mundo. Si a lo largo del recorrido en algún momento la llama de la antorcha se apaga, ésta se vuelve a encender mediante una lámpara de seguridad que transporta una muestra de la llama original. La única llama «acreditada» para entrar en un estadio olÃmpico es la llama de Olimpia. Eso es asà hasta el punto que durante los Juegos de invierno de Lillehammer 1993, el Comité OlÃmpico Noruego propuso mezclar la llama de Olimpia con una llama encendida en Morgedal, localidad donde se creó el esquà moderno. El Comité OlÃmpico Griego se opuso tajantemente a la iniciativa alegando que la llama de Olimpia era la única que podÃa presidir los juegos. A ello los noruegos respondieron que el esquà no se practicaba en los Juegos OlÃmpicos de Grecia por lo que no estaban obligados a mantener esta tradición.(7)
No sé hasta que punto los telespectadores captan la totalidad de la liturgia y el significado profundo del encendido y el traslado de la llama olÃmpica. El despliegue de medios que la acompaña – fotógrafos, locutores, cámaras de televisión y periodistas- sirve para retransmitir eficazmente noticias e imágenes pero la fragmentación de las etapas y el recorrido no hacen más que enviar a los hogares episodios relativamente aislados que se suceden durante dÃas y dÃas. En todo caso el acto más espectacular es la última etapa que culmina con encendido del pebetero que presidirá el estadio olÃmpico y en cuyo diseño no se ahorran medios e imaginación.
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El traslado de la llama
Como no puede apagarse durante su recorrido, el traslado de la llama desde Olimpia hasta la sede de los juegos es un asunto muy comprometido. Las lámparas de seguridad no solamente conservan una muestra de la llama original sino que además suplen a la antorcha y la trasportan en sus viajes por barco o avión ya que obviamente en estos medios de transporte no puede llevarse una antorcha con la llama abierta.
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La estrella del diseño de los objetos al servicio del fuego olÃmpico es la antorcha. Su misión es pasar el fuego de mano en mano y por esta razón no se hace una sino miles. La antorcha encendida tiene que pasar por lugares especialmente significativos y en el caso de los juegos de Barcelona tuvo que visitar las 17 comunidades autónomas de España, lo que incluÃa 652 ayuntamientos a lo largo de un recorrido de 4.758 km. Las antorchas fueron sucesivamente portadas por 9.172 relevistas que iban escoltados por un cuerpo de 150 personas. El presupuesto de tal operación fue de 1.500 millones de pesetas (unos 9 millones de Euros) que se financiaron mediante patrocinio y derechos de televisión. Aunque los pesimistas auguraban un fracaso del recorrido de la antorcha por tierras españolas, donde se podÃa percibir como un asunto exclusivamente catalán, al final la operación fue un éxito y el objeto lumÃnico desfiló por todas partes en olor de popularidad y siendo percibido como un sÃmbolo del hermanamiento entre los pueblos de España, lo cual mereció algunos editoriales en los periódicos.(8)Â
El recorrido del fuego que debÃa llegar hasta Barcelona empezó en Olimpia donde, de acuerdo con de una ceremonia helénica que desde 1964 diseña la especialista en tragedias griegas MarÃa Hors, se encendió el fuego mediante un espejo que concentraba los rayos del Sol.(9)  A continuación fue trasladado a la acrópolis de Atenas donde tuvo lugar otra ceremonia helénica oficiada por las actrices  Irene Papas y Nuria Espert. En esta ceremonia se recitaron textos seleccionados por Xavier Rubert de Ventós. Finalmente la llama fue trasladada al estadio Panatinaiko donde fue entregada a los representantes españoles.  Durante su recorrido griego la llama olÃmpica ardÃa en una antorcha de plata y marfil diseñada por el famoso joyero Ilias Lalaunis.(10)Â
La llama emprendió su viaje por mar a bordo de la fragata «Cataluña» donde fue custodiada por cuatro voluntarios del COI. A su llegada a España fue recibida en la playa de la antigua colonia griega de Empúries donde se ofició otra ceremonia helénica en la que también se recitaron textos seleccionados por el filósofo Xavier Rubert de Ventós.(11)Â
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La llama fue depositada en un pebetero de zona, es decir un pequeño pebetero, cuya foto se ha difundido muy poco, en la que la llama olÃmpica reposaba cada noche a la espera de iniciar su periplo diurno por tierras hispanas.
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La crónica diaria del recorrido de la llama olÃmpica por España es un reflejo de las virtudes y miserias humanas.(12) En Tierra de Campos  estuvo a apunto de ser raptada para llevarla a Zamora, en la mayorÃa de ayuntamientos fue recibida por el alcalde pero en Tortosa, tierras del cultivo del arroz del Delta del Ebro, el presidente del grupo municipal del Partido Popular el Sr. Josep Curtó se negó a recibirla alegando haber sido informado de que los atletas de Barcelona se alimentarÃan con arroz americano. Esta información tuvo que ser desmentida por el fabricante local de arroz Nomen quien aseguró haber servido un pedido de arroz del Delta al comité organizador de los juegos.(13)Â
Después de 50 dÃas de recorrido la llama llegó al estadio de Monjuïc de Barcelona donde fue recibida por el arquero Antonio Rebollo quien después de transferir el fuego a una flecha la lanzó mediante un certero tiro al pebetero consiguiendo encenderlo. Fue un golpe de efecto extraordinario cuya idea se debe al diseñador Carles Riart.
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Se dice que la antorcha olÃmpica es el objeto más fotografiado del mundo. Una afirmación nada exagerada si tenemos en cuenta que su recorrido no responde a la lógica de la distancia más corta entre Olimpia y los juegos, sino a la lógica del espectáculo televisivo.
Malcolm Grear, antorcha, Juegos OlÃmpicos de Atlanta 1996. |
Durante su recorrido se pide a la antorcha que visite los lugares más emblemáticos del paÃs para que sean fotografiados lo cual la obliga a realizar toda clase de proezas: en los Juegos olÃmpicos de Atlanta (1996) se hizo un relevo —suponemos que sin fuego— a bordo de la nave espacial Columbia; en los Juegos OlÃmpicos de Sydney (2000) fue transportada bajo las aguas del Mar de Coral para lo cual hubo que diseñar un combustible waterproof ; la antorcha de los Juegos de Atenas (2004) viajó por todo el mundo visitando todas las ciudades que han sido sede de la competición olÃmpica y en los Juegos de PequÃn (2008) la antorcha subió hasta la cima del Everest cuyas rutas hubo que cerrar para evitar las protestas de los tibetanos.
Con todo lo dicho hasta ahora ya se puede vislumbrar que el diseño de la antorcha olÃmpica no es un asunto sencillo. Ya hemos visto que debe ser un objeto de producción seriada ya queda en manos de los miles de relevistas que se encargarán del transporte de la llama. En el caso de Barcelona la empresa Vilagrasa fabricó 10.000 unidades
Desde el punto de vista funcional la antorcha es compleja pues debe garantizar un sistema de encendido casi infalible y además debe ser ligera, manejable y segura. Una operación de relevo que se repite tantas veces ante las cámaras de televisión no puede fallar.
A estos requerimientos de tipo práctico hay que añadirle una enorme carga simbólica.
Según Josep Ramoneda:
«La antorcha es fuego sagrado en manos de los hombres: cultura. Uno de los elementos cuyo dominio el hombre disputa a los dioses y a la naturaleza. Pasa de mano en mano y sólo se apaga cuando ha dado el relevo. Imagen del fluir de la especie. Tiene la grandeza de lo ambiguo. Entre lo sagrado y lo profano.»(14)Â
Además de su carácter de objeto sacro se le pide a la antorcha nada más y nada menos que sea portadora de la historia y la cultura del paÃs que hospeda los juegos. Tampoco debe perder su carácter de báculo ya que la imagen que transmiten las cámaras de televisión debe reconocerse como la de una persona empuñándola.
André Ricard, antorcha Barcelona'92. |
André Ricard, diseñador de la antorcha de los juegos de Barcelona ha explicado muy bien en sendos artÃculos el proceso de diseño que tuvo que seguir para este encargo en el que consideró que el «cliente» era la ciudad de Barcelona y el «usuario» el Movimiento OlÃmpico.(15) Ricard consideró que el encargo podÃa tener dos enfoques: uno tradicional, muy reconocible y sin problemas y otro rupturista basado en tecnologÃas punta. Esta segunda opción se descartó ya que aunque ni el Comité Organizador de la Olimpiada de Barcelona’92 (COOB’92) ni el Comité OlÃmpico Internacional (COI) dieron orientaciones precisas de diseño, tampoco pedÃan un experimento radical. De todas formas confiesa que se sorprendió cuando se le dijo que lo primero que debÃa diseñar era la llama. Ésta tenÃa que brillar de una forma determinada, durante 10-20 minutos y a lo largo de un recorrido aproximado de 1 Km.
El diseño de la llama dependÃa del quemador y el combustible. Se valoraron algunos como el alcohol y el aceite por su carácter mediterráneo pero al final se optó por una carga de gas. En el desarrollo del proyecto colaboraron la Oficina Técnica de la Universidad Politécnica de Catalunya y la empresa Catalana de Gas.
En relación a la forma, Ricard tenÃa muy claro que ésta no debÃa recurrir a ningún estilo histórico y que debÃa ser contemporánea y representativa del diseño barcelonés. Por esta razón se inclinó por las secciones triangulares —evocadoras de las ánforas mediterráneas— y el aluminio cromado. QuerÃa que la antorcha expresara direccionalidad y dinamismo.
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El diseño final consistÃa en una estructura de aluminio inyectado en la que se acoplaban una cazoleta en la parte alta, una tapa posterior que protegÃa el depósito de combustible, situado en la parte central y la empuñadura en la parte baja. La antorcha medÃa 66 cm. y pesaba 1,2 Kgr.
Como hemos dicho anteriormente, el trabajo de Ricard no se limitaba al diseño de la popular antorcha sino que además tuvo que diseñar la lámpara de seguridad y el pebetero de etapa.
La lámpara de seguridad encargada de trasladar muestras originales de la llama de Olimpia aseguraba su sustitución en caso de emergencia y se inspiraba en un antiguo modelo de los mineros asturianos. Sus requerimientos funcionales eran estrictos ya que se trataba de tres unidades que mediante relevos de 8 horas debÃan mantener el fuego olÃmpico encendido 24 horas al dÃa. No podÃan hacer humo y su mecha debÃa ser muy larga. Aunque su diseño era riguroso y coherente con la función que se les asignaba, se trataba de objetos que trabajaban en la sombra y no brillaban ante las cámaras. Tengo que reconocer que hasta que no me adentré en los entresijos del traslado de la llama olÃmpica desconocÃa su existencia.
El pebetero de etapa era un monolito de granito coronado por una cazoleta similar a la de la antorcha. Su función era mantener la llama trasportada por los relevistas hasta un lugar seguro, por lo general ayuntamientos e instituciones, donde ardÃa durante la noche a la espera de que se prendiera la primera antorcha de la mañana. En el caso de los Juegos de Barcelona el pebetero de etapa no recibió una atención especial por parte de los medios pero podÃa verse como brillaba al lado de personalidades destacadas como el rey Juan Carlos.
La llama en el estadio
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Como hemos dicho anteriormente, la llama que simboliza el espÃritu olÃmpico brilla en un pebetero situado en lo alto del estadio durante la celebración de las competiciones deportivas. Su encendido abre los Juegos y su apagado los clausura. Se trata de dos ceremonias extraordinariamente solemnes que constituyen una parte imprescindible del ritual olÃmpico. El pebetero es también un objeto extraordinariamente mediático pues, a parte de ser un destacado protagonista de la liturgia olÃmpica, es omnipresente durante los 15 dÃas que duran los juegos. Mientras que la antorcha es un objeto a escala humana cuyo diseño exige finura y precisión, el pebetero olÃmpico está en proporción con las medidas del estadio, adquiere carácter de monumento y su diseño y su sistema de encendido reclamaba la máxima originalidad y espectacularidad.
 Ceremonias de apertura y pebeteros olÃmpicos.
Pebetero Juegos OlÃmpicos Barcelona'92, Associate Designers (Ramon Bigas y Pep Sant). Fuente: La Voz Libre. |
El pebetero de los juegos de Barcelona fue encargado al estudio Associate Designers dirigido por el diseñador Ramón Bigas y el fÃsico Pep Sant. Como André Ricard, ambos fueron siempre conscientes de la gran responsabilidad que significaba el encargo ya que en ese caso se trataba de una pieza auténticamente única y de grandes dimensiones que debÃa ser el sÃmbolo de Barcelona ante el mundo entero. Los referentes del diseño de pebetero debÃan ser la tradición, la identidad y la tecnologÃa.(16)
En el diseño del pebetero barcelonés se quisieron conjugar aspectos tradicionales mediante un anclaje a la fachada y una forma que evocaba los timones de las embarcaciones mediterráneas. A su vez las formas redondeadas y el contenedor de la llama pretendÃan evocar las torres y las chimeneas de GaudÃ, el arquitecto más universal de Barcelona. Como en el caso de la antorcha, no se quiso reproducir ningún estilo histórico sino interpretar este conjunto de referentes en clave contemporánea y representativa del carácter futurista del diseño barcelonés que se vehiculaba mediante un sofisticado sistema de alumbrado del pebetero mediante gas.
Marc Rocas, antorcha commemorativa del XX aniversario de los Juegos OlÃmpicos de Barcelona'92. |
La antorcha y el pebetero son objetos tan mediáticos, expresivos y creadores de tradición que también los encontramos en los juegos de invierno y en toda clase de competiciones deportivas que invoquen el espÃritu olÃmpico como los Juegos Panamericanos, los Juegos ParalÃmpicos, olimpÃadas escolares, juegos «EbrelÃmpicos» o juegos para ancianos, etc. Ignoro en ese caso como se desarrollan las ceremonias y como se realiza el traslado de la llama pero su culminación siempre es el encendido del pebetero que preside la celebración del evento deportivo. Por otra parte tal es la insistencia en el diseño de la antorcha que en julio de 2012, con motivo de las celebraciones del XX aniversario de los Juegos OlÃmpicos de Barcelona, se convocó un concurso entre estudiantes que ganó Marc Rocas, alumno de la Escola Eina de Arte y Diseño.
Los objetos al servicio del fuego olÃmpico son muy complejos y constituyen ejemplos de diseño excepcionales pues a sus insólitas funciones técnico-práctico-constructivas se unen funciones altamente simbólicas. Toda antorcha o pebetero que se precien deben ser modernos y al mismo tiempo conjugar con maestrÃa la tradición olÃmpica y las tradiciones locales. Deben tener la dignidad de los objetos sagrados y a su vez deben proyectar al mundo, de manera inequÃvoca, el espÃritu de las ciudades que acogen los juegos. No hace falta decir que éstos son una ocasión inmejorable para demostrar al mundo la modernidad y el vanguardismo de dichas metrópolis. Éstas hacen extraordinarios tours de force para construir edificios deportivos, diseñar programas de identidad, objetos al servicio del fuego que deben despertar la admiración de todo el mundo y posicionarlas como mecas del diseño en el mercado global.
Una tradición inventada y global
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Como hemos visto el Movimiento OlÃmpico Internacional es una institución extraordinariamente eficaz a la hora de inventar tradiciones entre las que los Juegos OlÃmpicos y sus rituales del fuego constituyen algunos de sus ejemplos más palmarios. Como historiadora me ha interesado mucho este fenómeno que algún dÃa habrá que estudiar a la luz de las teorÃas de Eric Hobsbawm sobre la invención de la tradición.
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«La "tradición inventada" implica un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento mediante su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado. De hecho, cuando es posible, normalmente intentan conectarse con un pasado histórico que les sea adecuado».(17)Â
Este historiador británico continúa con una observación muy perspicaz:
«La peculiaridad de las "tradiciones inventadas" es que su continuidad con este pasado es en gran parte ficticia».
Como hemos visto los Juegos OlÃmpicos se conectan con un pasado mÃtico griego que se instituye como metáfora del origen de la civilización y las ceremonias del fuego inventadas en 1936 no son más que una idealización de dicho pasado.
¿Por qué se inventan las tradiciones y por qué las tradiciones inventadas del Movimiento OlÃmpico Internacional tienen tanto éxito? Quizás la respuesta se encuentra en el hecho de que se trata de tradiciones que reúnen en una sola las tres que define Hobsbawm: 1) Establecen o simbolizan cohesión social o pertenencia a un grupo: el MOI; 2) establecen o legitiman una institución: el COI y 3) tienen como principal objetivo la socialización, el inculcar creencias o un sistema de valores: el espÃritu olÃmpico.
En este mundo cada vez más globalizado que nos toca vivir en el que caen las creencias religiosas y los grandes discursos totalizadores, las ceremonias cÃclicas inventadas por el Movimiento OlÃmpico Internacional proporcionan una tradición cuyo objetivo es, de acuerdo con las teorÃas de Hobsbawm, demostrar la continuidad con un pasado. En contraste con el cambio constante del mundo moderno, el intento de estructurar una parte de la vida social como algo inalterable es reconfortante y es lo que las hace tan originales e interesantes.
El diseño de toda la parafernalia olÃmpica, desde los estadios a las villas de los atletas pasando por los programas de identidad y los objetos al servicio del fuego adquieren un nuevo sentido si se examinan a la luz de este original fenómeno histórico.
Para saber más (notas):
(1) El programa completo puede consultarse en la página web del Comité OlÃmpico Internacional.
(2)  Miquel de Moragas: «Cultura y comunicación» en La Vanguardia, 8 de agosto, 2004, pág, 16.
(3) De todas formas los griegos ya celebraban juegos olÃmpicos desde 1859 para conmemorar su independencia.
(4) Su texto completo puede consultarse en www.olympics.org/Documents/olympic_charter_en.pdf
(5) Josep Ramoneda: «El poder del fuego» en La Vanguardia, 26 de julio, 1992, pág.18.
(6) Jordi Batlló: «Lo que queda de Leni» en La Vanguardia, 25 de agosto, 2004. pág, 19.
(7) Xavier Ventura: «El fuego olÃmpico enciende la polémica» en La Vanguardia, 25-26 de diciembre, 1993, pág. 36.
(8) «El paso de la antorcha» en La Vanguardia, 9 de julio, 1992, pág. 14; «La ovación del Rey» La Vanguardia 10 de julio, 1992.
(9) Esta ceremonia se repite en cada edición de los juegos.
Juegos Londres 2012:Â Ceremonia en Olimpia: http://www.youtube.com/watch?v=x-sT_aryigg&feature=related
Transferencia del fuego: http://www.youtube.com/watch?v=SqEDqj2JQp0&feature=relmfu
Llegada de la antorcha al estadio de Barcelona, 1992: http://www.youtube.com/watch?v=TCKYiBL3fPM
(10) La crónica y los textos de las ceremonias en Grecia pueden consultarse en los siguientes artÃculos: Xavier Ventura: «Olimpia enciende hoy la llama que abre la recta final de los Juegos de Barcelona» en La Vanguardia, 5 de junio, 1992, pág. 23; Redacción: «Una obra tejida con citas de clásicos y de autores catalanes recibirá la llama olÃmpica» En La Vanguardia, 7 de junio, 1992, pág. 67; Xavier Ventura: «Grecia despide la llama olÃmpica en la acrópolis antes de entregarla a Barcelona» en La Vanguardia, 8 de junio, 1992, pág. 14.
(11) LluÃs Sierra: «La llama olÃmpica lleva su esplendor por Cataluña» en La Vanguardia, 15 de junio, 1992, Revista pág. 2.
(12) Los recorridos de la antorcha por España, Cataluña y Barcelona pueden consultarse en: Xavier Ventura: «La antorcha recorrerá 150 kms. Diarios» en La Vanguardia, 2 de julio 1990, pág. 62; Xavier Ventura: «La antorcha será llevada por 9.172 relevistas» La Vanguardia, 31 de enero 1992, pág. 29; Anuncio oficial del recorrido por Barcelona La Vanguardia, 25 de julio 1992, pág. 11.
(13) Cartas a los lectores: «El arroz olÃmpico» La Vanguardia, 3 de julio 1992.
(14) Josep Ramoneda. Op.Cit. pág. 18.
(15) André Ricard: «La antorcha olÃmpica, Barcelona, 1992» en ON Diseño, Nº 131, marzo, 1992, págs. 124-126; André Ricard: «El disseny de la torxa olÃmpica 1992», «El diseño de la antorcha olÃmpica 1992», «The Design of the Olympic Torch» Temes de disseny, Nº 7, Diciembre, 1992, págs.131-145.
(16) Associate Designers: «Pebetero para los Juegos OlÃmpicos de Barcelona» On Diseño, Nº 131, marzo, 1992, págs.206-209.
(17) Eric Hobsbawm: «1. Introducción: la invención de la tradición» en Eric Hobsbawm y Terence Ranger (Eds.): La invención de la tradición, Edtitorial CrÃtica, Barcelona, 2002, págs.7-21. [1ª edición Cambridge 1983].
Isabel Campi (1951) es fundadora y Presidenta de la Fundación Historia del Diseño. Es graduada en Diseño Industrial por la Escuela Eina y licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona, cuenta también con el Diploma de Estudios Avanzados del doctorado Investigación en Diseño de la Universidad de Barcelona. Se ha especializado en teorÃa e historia del diseño industrial ejerciendo la docencia desde 1977, siendo profesora de la Escola Massana, de la Escuela Superior de Diseño Industrial (URL), de la Universidad Politécnica de Cataluña, de la Universidad de Barcelona y de la Hochschule der Kunste de BerlÃn, del Istituto Europeo de Design de Barcelona. Actualmente es profesora de  la Escuela Eina, también en Barcelona.Articulista frecuente en revistas, ha comisariado exposiciones y ha publicado libros, entre los que destacan Iniciació a la història del disseny industrial (1987), Què és el disseny? (1992-2006), Quiero ser diseñador (1992), La idea y la materia: El diseño de producto en sus orÃgenes (2007) y Diseño y nostalgia (2007).
Diseño y activismo.
Un poco de historia
Diseño activista por un mundo sostenible
Feminismo: una contribución crÃtica al diseño
Entresuelo1a:
«El humor es un requisito y una actitud»
Curro Claret:
«En el diseño ha habido más chiste que humor»
Editorial #05:
Olimpiadas