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Los humoristas del 27
(y su visita a Valencia)

En 1929, la redacción de Gutiérrez y sus colaboradores decidieron que el personaje que daba nombre a la publicación contrajera matrimonio con Visenteta Taroncher y Sabater, toda una acción promocional en la línea del humor vanguardista más puro.

 

Carlos Pérez Marzo de 2012*

 

Los protagonistas

 

En 1983, José López Rubio -narrador, dramaturgo, guionista y director cinematográfico-, fue nombrado académico de la Real de la Lengua Española. Su discurso de ingreso, titulado «La otra generación del 27», lo articuló a partir de unas consideraciones de Pedro Laín Entralgo sobre la existencia de «otra generación del 27, la de los renovadores –más bien los creadores- del humor contemporáneo».

«El semanario Gutiérrez, una revista de gran tirada, necesitó de una estrategia de promoción que los responsables de la publicación plantearon a partir de acciones directas, en distintos lugares del país y en fechas señaladas.»
«A partir de 1932, surgieron problemas internos –que originaron el declive de la publicación-, directamente relacionados con el desarrollo de la política del país.»

Así, las palabras de José López Rubio se centraron en defender la obra y la actitud personal de los cinco artistas y escritores que, por el carácter humorístico de su obra y por la aceptación del régimen franquista, nunca fueron, a su parecer, suficientemente valorados ni tomados en cuenta: Enrique Jardiel Poncela, Tono (Antonio de Lara Gavilán), Miguel Mihura, Edgar Neville y él mismo. Pero es necesario señalar que los miembros de ese grupo –que él definió como «los cinco dedos de una mano maestra»- no fueron los únicos humoristas de su generación; y  también que la mayoría de escritores y artistas adscritos a ese género, partidarios de idearios políticos radicalmente distintos a los que ellos defendieron, sufrió la más absoluta marginación en la inmediata postguerra y, con el paso del tiempo, un definitivo olvido. Es cierto que López Rubio no simpatizó con la causa franquista, pero no se puede decir lo mismo de sus cuatro compañeros que se integraron, hasta bien entrados los años cincuenta, en lo que J. F. Yvars ha definido como «la fanfarria de cartón piedra de los estetas del Movimiento». Así, contribuyeron decisivamente en la elaboración de algunas de las publicaciones más significativas del nuevo orden que se intentaba imponer con las armas –las revistas La Ametralladora y Vértice-, y colaboraron con  dibujos y textos inequívocos, como «María de la Hoz» –Tono y Mihura- y «100 Tonerías» –Tono-, en los que se atacaba a Manuel Azaña, a todos los partidos alineados en el Frente Popular y se ironizaba sobre la vida cotidiana de una «Zona Roja» dominada por el hambre y la escasez. Sin embargo, en su discurso, López Rubio parecía querer olvidar todo aquello e insistía: «Estos humoristas vivieron del poco o mucho dinero ganado con sus éxitos o con las penurias de sus fracasos, pero nunca ninguno de ellos del favor de los gobiernos constituidos. Porque el humorista del 27 no trató de contentar ni adular, sino de alegrar». Por su parte, Tono, mucho menos trascendental, mucho más frívolo, y ya muy decepcionado al comprobar la dura realidad del franquismo –que ejercía, sobre su obra  y  la de sus compañeros, una férrea censura-, había declarado algunos años antes: «Fue nuestra generación una verdadera generación precursora, pues todavía se están riendo de nosotros». 

 

Lilo (pseudónimo de Miguel Mihura), portada de La Ametralladora, 1937.

Pero la historia había comenzado casi sesenta años antes de que López Rubio fuera nombrado académico. Los cinco amigos, discípulos de Ramón Gómez de la Serna, republicanos declarados –a excepción, naturalmente, de Edgar Neville que era Conde de Berlanga de Duero- y conocedores de las propuestas innovadoras del arte y la literatura de vanguardia,  habían optado por la difusión popular y masiva de su producción a través de canales inusuales, antiacadémicos y modernos: las publicaciones destinadas a los quioscos, las comedias y revistas musicales, la radio y el cine. Su andadura profesional comenzó en la revista Buen Humor (Madrid, 1922-1928) –de la que López Rubio era redactor jefe-, junto a destacados artistas y escritores como Rafael Barradas, Bon (Romá Bonet), Ramón Gómez de la Serna, Alfonso Ponce de León, K-Hito (Ricardo García López), José Barbero, Francisco López Rubio, Federico Ribas, Apa (Feliu Elías) y Luis Bagaría, entre otros muchos. Posteriormente, participaron en la fundación del semanario Gutiérrez (Madrid, 1927-1934)  – dirigido por K-Hito-, que se ha dado en considerar como la mejor publicación humorística española del siglo XX. En opinión de Raquel Pelta, especialista en arte gráfico: «Si cuando se habla de la Generación del 27 es inevitable hacerlo del centenario de Góngora, acontecimiento que sirvió para aglutinar a sus miembros, cuando se habla de la “otra generación del 27â€, es inevitable acudir a Gutiérrez como punto de referencia». La singular personalidad de la revista, en la que se ensayaron nuevas e imaginativas fórmulas de humor, gravitó en torno a Juan Gutiérrez y Gutiérrez, Jefe del Negociado de Incobrables de la Dirección General de Cuentas Atrasadas, «probo funcionario, celoso oficinista, representante de la prensa de la mesocracia y de la sufrida clase media», en palabras de K-Hito, creador del personaje. En la redacción de esa revista coincidieron con antiguos colegas de Buen Humor y, también, con Antoniorrobles (Antonio Joaquín Robles Soler), Bluff  (Carlos Gómez Carreras), Roberto (Roberto Gómez), Menda (Fernando Perdiguero), José Borobio, Galindo, Sama, Almada Negreiros, Perals (Emilio Perals), Robledano, Mauricio Amster, Emili Ferrer, Baldrich (Roberto Martínez-Anido Baldrich),  Antonio Orbegozo, José Caballero,  y Alfonso de Olivares. Asimismo, el nombre de los cinco humoristas apareció, destacado, en los créditos de tres importantes revistas infantiles: Macaco (Madrid, 1928-1930), Macaquete (Madrid, 1930-1931) –ambas dirigidas por K-Hito- y El perro, el ratón y el gato (Madrid 1930-1931) –dirigida por Antoniorrobles-. Es necesario subrayar que la obra de algunos de ellos, en esa  época, tenía cierto reconocimiento internacional. En efecto, K-Hito había colaborado en Le Journal, Pages Folles y Pêle-Mêle; Bon en el Herald Tribune y Vanity Fair; y Tono –que residió largas temporadas en París, desde mediados de los años veinte- en Vogue, Le Rire y Le Boulevardier. También –y es algo sobre lo que se ha escrito mucho-, Edgar Neville, José López Rubio, Enrique Jardiel Poncela y Tono viajaron a Hollywood, donde trabajaron para las versiones en español de los estudios Metro Goldwyn Mayer y Fox, con Eduardo Ugarte –escritor, escenógrafo, director cinematográfico,  presidente de la Unión de Estudiantes Hispanos y principal ideólogo, junto a García Lorca, del grupo teatral La Barraca-.

 

K-Hito, portada de Macaco, 1928.

La comedia

 

El semanario Gutiérrez, una revista de gran tirada, necesitó de una estrategia de promoción que los responsables de la publicación plantearon a partir de acciones directas, en distintos lugares del país y en fechas señaladas. Tanto K-Hito como Tono mantenían una  estrecha relación con Valencia. El primero –que había estudiado dibujo en la Academia Parrilla de Alicante- estuvo destinado como funcionario de correos en Valencia, donde trabajó como dibujante para el Diario de Valencia y, en 1912, realizó su primera exposición en el Círculo de Bellas Artes; el segundo, hijo de un funcionario de correos –alguien debería estudiar la relación entre esa institución postal y el humorismo español-, se instaló en Valencia a comienzos de siglo y dio a conocer sus dibujos desde las páginas de El Guante Blanco, publicación dirigida por Maximiliano Thous. Tal vez esas circunstancias –y, asimismo, porque la valenciana Pepita Samper había sido elegida Miss España-, les animó a  organizar, en 1929, un viaje de Madrid a Valencia, coincidiendo con la fiesta de la Fallas. Para la ocasión –en un alarde publicitario amable, aunque inusual e irreverente-, decidieron casar al ilustre jefe de negociado Gutiérrez con Visenteta  Taroncher y Sabater, «fragante ramillete de la huerta valenciana», cuyas virtudes destacaba una nota de la revista: «Cuanto intentemos decir respecto a la hermosura y candor de la señorita Taroncher resultará pálido ante la realidad:

K-Hito, portada de Macaquete, no. 18, 1931.

esbelta, elegante, toda inocencia, endulzará la vida de Gutiérrez en las horas libres de servicio». Durante la breve estancia en «la bella ciudad del Turia» –en la que celebraron un encuentro amistoso de fútbol, en el campo de Mestalla, entre el Valencia F.C  y el Gutiérrez F.C.-, K-Hito, Roberto y Mihura entrevistaron a Visenteta Taroncher, en realidad una muñeca de cera ataviada de labradora, que se hallaba, «en calidad de depósito», en el domicilio particular del primero. Ese mismo año, Juan Gutiérrez y Visenteta contrajeron cristiano matrimonio, lo que dio lugar a un dibujo conmemorativo en la cubierta de la revista y un gran reportaje en las páginas interiores.

 

Dado el éxito de la iniciativa, en 1931 la redacción volvió a organizar otro viaje, mucho menos publicitado –aunque potenciado por la Asociación de la Prensa Valenciana que envió a Madrid una delegación de periodistas, acompañada por «rondallas de cantaors y balladores, tabalet y dolsaina»-, que finalizó con un banquete en «el restaurant de Pepe, el hijo de la Marcelina», en el que, entre langostinos con mayonesa y repetidos brindis, se cantó un himno con la siguiente estrofa:

 

«Es Valensia tierra devina

Es Valensia  siutat del plaser

Es Valensia como la ondina

Que juega en la mar al naser».

 

Tiempo después, los redactores y simpatizantes de Gutiérrez, viajaron –con los mismos propósitos promocionales- a la Feria de Abril de Sevilla y a «Les fogueres de San Chuan» de Alicante, lugar en el que el Jefe de Negociado de Incobrables, podía pasear tranquilo por la Explanada, por el «incomparable barrio de Benalúa» y cantar:

 

«Da gusto ver

Alicante y su mar;

es un placer

irse a bañar».

 

El drama

 

Es evidente que Gutiérrez consiguió los favores del gran público gracias al talento e inteligencia de los escritores y dibujantes que formaron su redacción –en realidad, un colectivo de amigos- . No obstante, a partir de 1932, surgieron problemas internos –que originaron el declive de la publicación-, directamente relacionados con el desarrollo de la política del país. El inicio fue el enfrentamiento entre Menda, militante de izquierdas, con K-Hito, un hombre de derechas que, a la menor ocasión, ironizaba sobre la República, los sindicatos, el Partido Socialista y las pretensiones autonómicas de Cataluña y del País Vasco.

Mihura, portada de El perro, el gato y el ratón, no. 1, 1930.

Poco a poco, las tensiones se generalizaron. Y cuando estalló la guerra, todos habían tomado ya posiciones. Valen, al respecto, algunos ejemplos: Ramón Gómez de la Serna, el maestro, decidió refugiarse en Buenos Aires, impresionado por las actitudes hostiles que había observado en algunos de sus discípulos; Roberto –gerente de la revista-, ante las amenazas de la derecha, se trasladó a Buenos Aires y, posteriormente, a Montevideo –desde donde continuó fustigando a Franco-; Ponce de León, se afilió a Falange Española –para la que diseñó el anagrama del SEU- y fue fusilado en 1936; José López Rubio, asombrado por lo que estaba sucediendo, permaneció en Hollywood;  y, por su parte, José Borobio,  Antonio Orbegozo,  José Caballero, Tono, Edgar Neville, Miguel Mihura y Enrique Jardiel Poncela colaboraron con el servicio de propaganda franquista, organizado por Dionisio Ridruejo en Burgos. Finalizada la contienda, se acabó el humorismo y siguió el drama: Bon sobrevivió un tiempo realizando caricaturas en un local de la Avenida de la Luz de Barcelona, y falleció en la más absoluta miseria; Mauricio Amster  se exilió a Santiago de Chile y Antoniorrobles a México; Sama fue encarcelado; Menda fue condenado a muerte y, posteriormente, indultado; Bluff, también condenado a la pena capital, fue indultado y, tras aceptar colaborar en Redención, la revista de los presos, se le adjudicó de nuevo la primitiva sentencia. El caso de este magnífico caricaturista fue reseñado por Eduardo Haro Tecglen en el diario El País: «encontraron que en uno de sus dibujos había puesto un cielo tachonado de estrellas de cinco puntas, y le aplicaron la pena que tuvo en primer lugar, antes del indulto: la de muerte. Le mataron».

 

Pasaron los años y Gutiérrez, el ejemplar funcionario, cayó en el olvido. Probablemente, Visenteta Taroncher debe encontrarse, aún, en el guardamuebles en que la depositó K-Hito.

 

 


Foto: García Poveda.
Carlos Pérez (Valencia 1947). Licenciado en Filosofía, ha sido conservador de la colección del IVAM. Instituto Valenciano de Arte Moderno, comisario de exposiciones en el MNCARS. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y responsable de exposiciones del MuVIM. Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad. Ha sido comisario de numerosas exposiciones entre las que pueden citarse Infancia y Arte Moderno, Aladdin Toys. Los juguetes de Torres-García, La caricatura social y politica. Hogarth, Grosz, Bagaría, Cinematografías, John Heartfield. Fotomontajes (con Vicente Todolí), Los ismos de Ramón y un apéndice circense (con Juan Manuel Bonet), Picasso. El deseo atrapado por la cola (con Françoise Lévèque y Juan Manuel Bonet), Los juguetes de las vanguardias (con José Lebrero). Y ha escrito textos sobre John Heartfield, George Grosz, Vicente Huidobro, Pablo Picasso, Mauricio Amster, Joaquín Torres-García, Ramón Gómez de la Serna, Saul Steinberg, Fortunato Depero y Jean-Émile Laboureur, entre otros artistas.

 

 

Artículo cedido por Carlos Pérez, publicado previamente en Quaderns, suplemento del diario El País, Comunidad Valenciana. 



Tags: Humor, Humorismo, Carlos Pérez
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