Fashion hacktivism:
moda comprometida
El «hacktivismo de moda» es un proceso colaborativo para compartir ideas y aprender, para valorar el tiempo y el trabajo, despertar la creatividad y decodificar la moda.
Raquel Pelta | Enero de 2012 |
Moda y activismo parecen dos términos antagónicos. Sin embargo, en los últimos tiempos y como ya vimos en el #01 de Monográfica, están surgiendo propuestas cuyo objetivo no es sólo transformar la moda sino el mundo en general.
Aunque los ejemplos no son muchos (el trabajo de Kate Fletcher y Rebecca Early es uno de ellos –véase Monográfica #01-), existen algunos muy notorios como es el de Otto von Busch, artista, teórico de la moda y diseñador sueco, que ha desarrollado el concepto de «hackeado de moda» («fashion hacktivism») en su tesis doctoral titulada Fashion-able.
El «hackeado de moda»
Von Busch define el término «hacktivismo de moda» («fashion hacktivism») como «un aprendizaje colectivo en el que una comunidad comparte sus métodos y experiencias sobre cómo cambiar radicalmente el entramado de la moda». Es una práctica social de diseño: «un proceso comprometido y colectivo de educación, resistencia creativa y práctica “DIY” (Do It Yourself)». En él, la tarea del diseñador consiste en implicar a los participantes en una transformación del mundo de la moda para que deje de ser un fenómeno basado en la ansiedad y los dictados de unos cuantos y se convierta en una experiencia colectiva de toma del poder.
Símbolo del «hacktivismo de moda». |
Von Busch toma el término «hacktivism» («hacking + activismo») del diseñador Jason Sack pero lo aplica en el sentido que le otorga Eric Raymond, quien distingue entre los «hackers», que construyen cosas y los «crackers» que las destruyen. Ahora bien, Von Busch lo emplea como algo que se extiende más allá del sentido originario relacionado con los territorios de la informática y la Red. En el mundo de la moda, sería algo que «haces porque amas la moda mientras que la gente asocia normalmente el “hackear” con gente que se encuentra fuera de un sistema, con la anti-moda si se prefiere. Sin embargo, creo que es mejor hacer el cambio dentro del sistema pero no destruyéndolo sino construyendo sobre él», comenta el diseñador sueco.
Desde su punto de vista, el concepto de «hacker» se aproximaría a las ideas de Richard Sennett sobre el artesano que consigue destreza mediante la producción, se vincula a una realidad tangible y puede enorgullecerse de su trabajo.
Imagen del grupo que participó en «The Dale Sko Hack», 2006. (Foto de Bent Rene Synnevåg). |
Aunque el concepto de «hacktivismo de moda» no está todavía completamente delimitado, se puede afirmar que se caracteriza por ser un proceso colaborativo en el que se comparten ideas y se aprende de los otros; está abierto al uso y modificación; enseña a decodificar la moda y, a partir de esta acción, a crear nuevos productos; valora el tiempo y el trabajo; responde a una conciencia ética sobre el consumo; despierta la creatividad y no está en contra de la moda pero sí es crítico con su industria y utiliza medios creativos para cambiarla.
Una alternativa a la «McFashion» y al consumo pasivo
De acuerdo a Von Busch, el diseño de moda y su industria han sido siempre un signo de exclusividad y una demostración del estatus social o de la aspiración de alcanzarlo. En las últimas décadas, sin embargo, al menos en el mundo occidental se podría decir que la moda se ha «democratizado» en el sentido de que la gente puede acceder con mayor facilidad a ella. Así parecen demostrarlo las recientes colecciones realizadas por diseñadores reconocidos para firmas tan populares como H&M o Mango o la facilidad de acceso a las últimas tendencias a través de los numerosos blogs y revistas digitales que existen y están apareciendo cada día.
Otto von Busch, presentación de la colección de zapatos realizada en el proyecto «The Dale Sko Hack», 2006. (Foto de Bent Rene Synnevåg). |
Sin embargo, para Von Busch, lo que no ha cambiado respecto a la lógica habitual del mundo de la moda, es que los consumidores son generalmente pasivos pues aunque ahora tienen la posibilidad de elegir, discutir y combinar las prendas, disponen de pocos modos para acceder realmente a la moda y cuando lo hacen es siempre dentro de un marco estrictamente controlado por las marcas. Por tanto, no parece que la moda se haya democratizado de verdad. Ahora bien, lo que sí se está dando es una creciente homogeneización y la aparición de una «McFashion», equivalente al «fast food», en la que el consumidor se concibe como alguien cuya misión es, simplemente, elegir y comprar. Como alternativa, este artista-diseñador propone que es necesario ir más allá de la mera capacidad de elección y que es preciso experimentar con formas realmente participativas.
Por otra parte, considera que los diseñadores tienen un acceso privilegiado a los modos de producción de la moda pero rara vez disponen del tiempo o de la libertad de acción para repensar los espacios en los que intervienen. No obstante, es necesario plantearse algunas cuestiones fundamentales sobre el papel de la moda en la sociedad. Entre ellas el cómo pueden hacer que la moda sea más inclusiva. Aunque la respuesta no es fácil, Von Busch sugiere que el diseñador emplee sus competencias para otros fines que no sean la pasarela o el estrecho marco del mercado masivo. O lo que es lo mismo, invita a los diseñadores a ser participantes activos en un proceso de cambio social a través de la moda.
Con ello surgiría otro tipo de diseñador: «un diseñador que no es ni un genio divino ni un ingeniero de la marca», en palabras de Von Busch; un rol que nacería del «hackeado», de la resistencia creativa y de las micro-políticas del «Hazlo tú mismo»; ayudaría a convertir a los actuales consumidores pasivos en co-autores de la moda, –algo que puede considerarse un comportamiento activista en la medida en que nuestro actual sistema de vida gira en torno del consumo– mediante el reciclaje de la ropa y lo que podría denominarse moda «de código abierto».
Von Busch ha puesto en práctica estas ideas en talleres en los que se enseña a crear más que a seguir recetas; los participantes comienzan por el análisis de un estilo particular y acaban con el suyo propio, realizando nuevas creaciones o reinterpretaciones a partir de ropa deshecha. Esos participantes son «usuarios» que trabajan juntos y con un diseñador que aporta su visión en aquellas cuestiones que necesitan de un experto como son los patrones, prototipos, instrucciones y consejos prácticos. La intención es abrir una nueva vía para la moda pero, sobre todo, ofrecer una alternativa a un consumo pasivo basado en el «listo para usar», mediante el impulso de comunidades «co-productivas» y nuevos medios para generar una expresión personal a través de la práctica.
Conocer para elegir
Entre los proyectos que Von Busch ha coordinado, tenemos el «hackeado» realizado en la fábrica de calzado Dale Sko. En la publicación que presenta el proyecto, se define como «un método que explora las fuerzas en juego entre el sistema de moda global y la producción local a pequeña escala utilizando prácticas de diseño colaborativas. Este método es un enfoque abierto para replantear los papeles del diseño de moda y del ensamblaje lineal en la producción industrial.»
La experiencia partió de una reflexión: en estos momentos, dentro de la lógica del capitalismo industrial, parece natural trasladar la producción a los países con mano de obra barata. En paralelo están surgiendo áreas urbanas que son nodos de innovación y sirven de conexión en una economía de red. Pero, ¿qué está pasando con las zonas rurales? El proyecto Dale Sko es un intento de «localización» de la producción, aprovechando las capacidades de los trabajadores de esta empresa –aislada por su situación geográfica de los circuitos de la moda– y con el apoyo de una serie de diseñadores. El objetivo fue generar nuevas relaciones entre esos diseñadores y el fabricante para impulsar métodos de producción a pequeña escala, mantener los puestos de trabajo y desarrollar nuevas competencias.
Giana Gonzáles, panel expositivo de su proyecto «hacking couture». (Fotografía de Christine A. Butler). |
Esto supuso una reforma de la organización de la producción pues los diseñadores y los obreros trabajaron de manera conjunta para modular los flujos de producción, los modelos e incluso la maquinaria con la finalidad de ajustarla a las nuevas necesidades. Como indica Von Busch en su página web: «En la producción del zapato esto significaría una práctica de diseño consistente en alterar los modelos sin cambiar la infraestructura, el hardware o la maquinaria de la fábrica. En vez de eso, los diseñadores trabajaron con la modificación del flujo de la producción, distorsionando el oficio, y permitiendo que esta práctica dejara un trazo único en cada par de zapatos. De esa manera, la forma de los zapatos se transforma en el proceso de producción por medio de una modulación molecular de bajo nivel y la orquestación en lugar de las decisiones de arriba debajo de la ingeniería de diseño.» El resultado fue una relectura completa del proceso de producción industrial y la transgresión de la tradicional dicotomía entre diseñador y productor, un enfoque de co-diseño y una manera de encontrar vías para que la producción a pequeña escala pueda sobrevivir al proceso de globalización en el que nos encontramos inmersos.
Asimismo, Von Busch está desarrollando, un intento de «crear un territorio de conciencia democrático-productiva y de emancipación dentro del sistema moda especialmente en referencia a los modos de producción». En su web se reúne una buena documentación, con resultados de investigaciones, talleres, libros y folletos descargables y se indica expresamente que es una marca y un proyecto de investigación a largo plazo que explora cómo la moda puede emplearse para «la capacitación, el autodesarrollo y el crecimiento personal».
Openweare, prenda realizada con camisas recicladas, 2010. |
En línea con el «hacktivismo de moda» se encuentran también los talleres «Hacking-Couture» («hackeado de costura») que lleva a cabo Giana Gonzáles. En ellos, los participantes «hackean» marcas y códigos propios del mundo de la moda o, como diría Von Busch, las «desprograman» para entender como se identifica la marca. Una vez obtenidos esos códigos, el siguiente paso es hacer una interpretación propia pero lo más importante en todo el proceso es que se impulsan competencias y con ellas el conocimiento del «oficio» que conduce a la libertad de elegir, porque cuando somos simplemente consumidores o consumidores pasivos, entonces no estamos en la posición de rechazar lo que se nos ofrece. La destreza, por tanto, nos permite decidir si queremos comprar un producto o hacerlo nosotros mismos. Por tanto, el «Hazlo tú mismo» no es sólo una cuestión de construir nuestros propios objetos, sino de «crear espacio para la elección», como ha señalado Otto von Busch.
En esa misma orientación, puede mencionarse en España el grupo de trabajo Feedback Look, que sigue los fundamentos del «Hazlo tú mismo» (DIY, Do It Yourself) y del «Hazlo con otros» (DIWO, Do It With Others) y que se describe como «una comunidad para la creación colaborativa de diseños de moda amateur, así como adaptaciones, interpretaciones y remezclas de otros ya existentes previamente». Plantea «una alteración y/o modificación del código de los diseños como práctica subversiva ante la institución moda». Con ello, sus miembros quuieren compartir conocimientos y fomentar prácticas colaborativas alrededor de una visión de la moda basada en la sostenibilidad y lo que ello comporta como son las economías de intercambio basadas en el reciclaje, la reparación, la reutilización y la localización.
Openwear, «Collaborative collection», 2010. |
El grupo se reúne en el espacio de La Tabacalera de Madrid y se ha vinculado a Openwear, una plataforma colaborativa internacional para la creación de moda: «una comunidad en línea en la que puedes compartir valores, acceso al conocimiento y la práctica del trabajo colaborativo y distribuido. Openwear es donde los fabricantes, productores de moda, pequeñas empresas locales, instituciones educativas pueden interconectarse para participar en la producción de una nueva visión de la moda basada en las micro-comunidades y en la sostenibilidad».
Openware ofrece herramientas online para compartir problemas y soluciones así como una serie de colecciones colaborativas que se pueden descargar libremente, personalizar e incluso venderse bajo una marca colectiva de código abierto.
Para finalizar, me gustaría mencionar otra iniciativa a favor de una moda más comprometida: Edufashion, otro proyecto de creación de una plataforma colaborativa para la creación de moda y para una formación más ética, orientada hacia la sostenibilidad. Su principal objetivo es fomentar el sentido de comunidad, la colaboración y la innovación y con ello ofrecer una nueva visión y nuevas prácticas dentro del mundo de la moda. Pretende, asimismo, conectar tanto a individuos como a grupos, capacitándolos para que puedan actuar como empresas pequeñas y sostenibles, reunidas bajo una marca de «código abierto» cuyos beneficios puedan compartir.
Como puede observarse por todos estos ejemplos, y como diría el ya mencionado Otto von Busch: «la moda no es un juego de ilusiones, sino otra realidad, y esta otra realidad de la moda puede emplearse como herramienta para dirigir un cambio en nuestro trabajo físico y social.»
Para saber más:
Niessen, B. (ed.): Openwear. Sustainability, Openness, and P2P Production in the World of Fashion. Research report of the EDUfashion project,Openwear /EDUfashion.
Von Busch, O.: Fashion-able. Hactivism and engaged fashion design, Art Monitor, Göteborg, 2008.
Von Busch, O.: The Dale Sko Hack. A Project Exploring Modes of Production and Re-Form Tactics, 2006.
Von Busch, O.: «Hackers and Haute Couture Heretics Subconstructive Strategies in the Fashion System».
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