Diseño activista por un mundo sostenible
Desde los años 1970 hasta la actualidad, la sostenibilidad se ha convertido en un tema prioritario en la agenda de muchos diseñadores que proponen otros modelos de desarrollo y bienestar.
Raquel Pelta | Enero de 2012 |
Como quiera que dedicamos nuestro primer número de Monográfica a las actitudes de los diseñadores en materia de medio ambiente, en este artÃculo me limitaré a proporcionar algunas referencias básicas para quienes estén interesados en el diseño activista relacionado con la sostenibilidad.
AsÃ, es necesario recordar que ya en el siglo XIX encontramos posiciones como las de John Ruskin y William Morris y, en la primera mitad del XX, actitudes como las de Buckminster Fuller que se pueden considerar antecedentes del activismo actual. Sin embargo, fue a partir de los años 1960 y 1970 cuando, en un contexto de inquietud por los riesgos de la energÃa nuclear, los efectos de los pesticidas y la crisis del petróleo, los diseñadores comenzaron a reflexionar sobre las implicaciones que sus prácticas podÃan tener en el entorno. Un libro clave de aquella etapa fue Design for the Real World, publicado en 1971 por Victor Papanek, al que ya me he referido en otros artÃculos.
Meses más tarde, en marzo de 1972, vio la luz el Informe del Club de Roma, titulado Los lÃmites del crecimiento, en el que se afirmaba que si se mantenÃan las tendencias de crecimiento de la población mundial, industrialización, contaminación, producción de alimentos y agotamiento de recursos, el planeta llegarÃa a los lÃmites de su crecimiento en una centuria.
Roy Lichtenstein, cartel para la serie “Save Our Planetâ€, 1971. |
Poco después de su publicación, los precios del petróleo y de las materias primas se dispararon y los paÃses occidentales se hundieron en la crisis económica más grave y prolongada que habÃan conocido desde la Segunda Guerra Mundial. Como reacción, se fundaron un número importante de organizaciones ecologistas, abundaron las teorÃas sobre el crecimiento cero y algunos diseñadores defendieron que habÃa que aprovechar la radiación solar como fuente de energÃa, incrementar la durabilidad de los productos y desarrollar nuevos métodos para la recogida de residuos, reduciendo asà el impacto medioambiental al reutilizar las materias.
Buckminster Fuller, cartel “Save our citiesâ€, serie “Save Our Planetâ€, 1971. |
Estas inquietudes dieron lugar, también, a los primeros ejemplos de diseño gráfico en pro de la ecologÃa como, por ejemplo, la serie de carteles «Save Our Planet», promovida por la empresa Olivetti en 1971 que contó con la colaboración de diversos artistas y diseñadores entre los que hay que mencionar a Buckminster Fuller, Roy Lichtenstein y Georgia O’Keefe. No podemos olvidarnos, tampoco, del cartel de Arnold Saks «Critical Mass 74»», realizado para la convocatoria de un encuentro nacional de ciudadanos promovido contra la energÃa nuclear por Ralph Nader.
Arnold Saks, cartel para la convocatoria de un encuentro nacional de ciudadanos contra la energÃa nuclear, 1974. |
 Sin embargo, los implicados no fueron muchos y hubo que esperar hasta las décadas de los 1980 y 1990 para encontrar un mayor compromiso, que coincide con algunos cambios en la actitud de los consumidores, las investigaciones sobre el efecto invernadero, catástrofes como la de Chernobyl (1986) y la del petrolero Exxon Valdez (1989), asà como una mayor presión polÃtica de los partidos “verdes†(el primer partido ecologista europeo se fundó en 1973 en Gran Bretaña y los alemanes Die Grünen –Los verdes- lograron, por primera vez, representación en el Parlamento Federal alemán en 1983).
Ante ello, los diseñadores industriales más comprometidos fueron pasando gradualmente del «diseño verde» al ecodiseño y al diseño sostenible (véase el artÃculo «De verde a sostenible», Monográfica #01) y los gráficos respondieron a la llamada de los grupos y movimientos ecologistas como es el caso, por ejemplo, de los alemanes Gunter Rambow, Holger Matthies y Manfred Butzmann quienes colaboraron con Die Grünen o con la Grüne Liga (Liga Verde), realizando carteles para sus campañas electorales. Pero no sólo eso. Su manera de afrontar la temática medioambiental se hizo más radical pues ésta se convirtió en un asunto polÃtico de primer orden. En palabras de Liz McQuiston: “En los 1990, apareció una forma nueva y urgente de ecologismo que trajo consigo mensajes, métodos de protesta e imágenes descarados e inusuales.â€
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Gunter Rambow, carteles para una campaña de Die Grünen, 1979. |  |
Todo ello se ha desarrollado a lo largo de la década de 2000, donde también hemos tenido catástrofes ecológicas como, por ejemplo, en España el hundimiento del petrolero Prestige que suscitó la protesta y denuncia de un buen número de diseñadores o, más recientemente y a raÃz del cambio climático, campañas como la que Greenpeace llevó a cabo en 2009 en Copenhague con motivo de la Cumbre celebrada en esta ciudad.
Greenpeace y tcktcktck.org, “Lo siento. PodrÃamos haber detenido un cambio climático catastrófico… No lo hicimosâ€, valla de la campaña realizada con motivo de la Cumbre de Copenhague 2009. |
Y es que el siglo XXI se ha iniciado con una mayor conciencia medioambiental y, aunque no se pueda decir que los activistas del diseño sostenible sean legión, ya hay un buen número de ellos empeñados en efectuar «un cambio de Ãndole social o polÃtica» que haga del mundo un lugar menos insostenible.
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Asociaciones, redes e iniciativas particulares
Desde mediados de los años 1990, han ido surgiendo asociaciones, redes informales y grupos de trabajo que ofrecen información sobre diseño y cuestiones medioambientales. Entre ellos pueden citarse algunas de las más activas como la australiana EcoDesign Foundation y O2 Global Network, una red internacional creada en 1988, que tiene como objetivos «informar, inspirar y conectar a gente interesada en el diseño sostenible» y se extiende por más de 84 paÃses.
A lo largo de la década de 2000, la sostenibilidad ha sido, también, protagonista de grandes eventos como la Trienal de Milán de 2003, en la que se presentaron los resultados de una serie de proyectos desarrollados por Ezio Manzini y François Jégou, bajo el tÃtulo de «Quotidiano Sostenibile ».
Cinco años más tarde, en 2008, tuvo lugar en TurÃn el Congreso Changing the Change. Design Visions Proposals and Tools. Con Ezio Manzini como coordinador cientÃfico, dicho Congreso creó una Agenda de Investigación en Diseño que en su declaración de principios recogÃa que la sostenibilidad debe ser la meta de cualquier posible actividad de investigación.
Asimismo, encontramos iniciativas particulares como www.re-nourish.com, una web creada por Eric Benson e Yvette Perullo que se define como «una herramienta online que aboga por la concienciación y la acción» dentro de la comunidad del diseño y en relación con los sistemas sostenibles. Para ello, ofrece una serie de materiales que pueden ayudar a tomar mejores decisiones a los diseñadores gráficos, profesores y estudiantes de diseño.
Por su parte, algunas asociaciones profesionales como la estadounidense AIGA, han generado documentos –como el titulado Print Design and Environmental Responsibility (2003)– que pueden servir de guÃa para una mayor sostenibilidad, en este caso, del diseño gráfico pero, sobre todo, para concienciar a los diseñadores.
Pero el AIGA no se ha limitado únicamente a generar publicaciones sino que ha creado su propio Centro para el Diseño Sostenible (AIGA Center For Sustainable Design), dedicado a proporcionar información a los diseñadores sobre prácticas sostenibles.
Estrechamente vinculada al AIGA Center for Sustainable Design, vio la luz –oficialmente– en octubre de 2009 la comunidad virtual Living Principles for Design, un lugar para «co-crear, compartir y mostrar las mejores prácticas, herramientas, historias e ideas para un diseño sostenible y socialmente responsable.»
Han aparecido, también, nuevas organizaciones como, por ejemplo, The Designers Accord. Fundada en 2007 indica que es una «coalición global de diseñadores, educadores, investigadores, ingenieros, y lÃderes empresariales, trabajando juntos para crear un impacto social y medioambiental positivo». Actualmente representa a la comunidad creativa de 100 paÃses y de cada una de las disciplinas del diseño y es un foro donde se comparten metodologÃas, recursos y experiencias en torno a los temas sociales y medioambientales, siempre desde la perspectiva del diseño. En su web se especifica que su visión es la de integrar los principios del diseño sostenible en la práctica y la producción y que su misión es la de servir de catalizador de la innovación «a través de la comunidad creativa por la construcción colectiva de nuestra inteligencia en torno a la sostenibilidad».
Otra iniciativa a destacar es Design can Change que aborda directamente la problemática del cambio climático, explica de una manera sencilla sus causas y consecuencias e invita a los diseñadores a implicarse en los medios y maneras para atajarlo.
El diseñador como facilitador
El activismo en torno a la sostenibilidad ha generado, asimismo, interesantes reflexiones sobre el papel del diseño y los diseñadores. De entre las existentes me gustarÃa reseñar brevemente la posición de Ezio Manzini y François Jégou.Â
Estos autores han vinculado la sostenibilidad con el crecimiento urbano, poniendo de relieve que en unos cuantos decenios la mayorÃa de la población del planeta vivirá en ciudades y que gran parte de ellas está todavÃa por construirse. De ahà que la manera de concebirlas determinará, a escala planetaria, el grado de sostenibilidad o insostenibilidad de la sociedad del futuro. Su propuesta es lo que llaman «la dimensión cotidiana de la existencia», una denominación con dos significados complementarios: «el mundo visto desde quien lo habita» y un sistema socio-técnico sobre el que es posible operar con «estrategias de intervención desde abajo», lo que quiere decir, desde el ámbito local.
Asimismo, Manzini y Jégou han cuestionado la idea de bienestar de los paÃses industrializados: «Hoy sabemos que esta hipótesis, eso es, la relación directa entre bienestar y consumo, no siempre es verdadera. Sobre todo sabemos que la promesa de bienestar que se propone no es sostenible. No puede, en otras palabras, ser extendida por igual a todos los habitantes del planeta», aseguran.
Para ellos es necesario que aparezcan otros modelos de desarrollo y otras ideas de bienestar, partiendo de la base de que éstas surgen de una determinada construcción social y se forman con el tiempo.
Una de sus propuestas –en la que además ambos han sido especialmente activos- es que el papel del diseñador no sólo sea el de crear productos sino, también, el de plantear escenarios para la vida cotidiana asà como nuevas ideas de bienestar. Diseñar es, de esta manera, contribuir a dar visibilidad a dichas ideas al impulsar un proceso de diseño social, en el que los diseñadores con las herramientas propias de su disciplina pueden actuar como facilitadores.
Desde esta perspectiva, el activismo en diseño consistirÃa en potenciar el trabajo de las «comunidades creativas» –como las denominan Manzini y Jégou–, formas de auto-organización social, a las que los diseñadores podrÃan apoyar aportando sus competencias especÃficas para ayudarlas a construirse y a mejorar su visibilidad, haciendo que los canales de comunicación sean más fluidos al implementar plataformas que faciliten la difusión e incrementen la efectividad de estas comunidades.
Estas «comunidades creativas» son parte de un proceso de transformación social más profundo en relación con el desarrollo de una economÃa distribuida y participativa. Están creando «empresas sociales difusas» cuyas iniciativas a nivel local proporcionan inspiración a nuevos servicios colaborativos y ofrecen a los diseñadores un nuevo rol que no sustituye al tradicional pero que lo amplÃa al proponer nuevos campos de actividad: «Tomando esta nueva dirección los diseñadores tienen que ser capaces de colaborar con una variedad de interlocutores, situándose a la delantera como expertos, por ejemplo, especialistas en diseño, pero interactuando con ellos de igual a igual. Generalizando, tienen que considerarse parte de una malla compleja de nuevas redes de diseño: redes emergentes, entretejidas de individuos, empresas, organizaciones sin ánimo de lucro, instituciones globales y locales que están empleando su creatividad y espÃritu emprendedor para dar algunos pasos concretos hacia la sostenibilidad.»
Jégou y Manzini defienden, asimismo, que vivimos en una sociedad en la que «todo el mundo diseña», en la que las destrezas del diseño son, por necesidad, particularmente difusas porque, de hecho, cada persona ha de diseñar y rediseñar su negocio, vecindario, asociaciones o maneras de vivir. Para ellos: «está apareciendo una nueva actividad del diseño, que apunta a un nuevo, emergente y fascinante rol para los diseñadores. Los diseñadores participativos tienen que aceptar positivamente que ya no pueden aspirar más a un monopolio sobre el diseño. Si se comprende bien, este cambio en el lugar de los diseñadores en la sociedad no se reduce sino que, por el contrario, se está ampliando.»
Como puede seguirse de estas palabras, ser activista en diseño podrÃa suponer, sobre todo, convertirse en catalizador y orientador de las propuestas colectivas, un papel nada despreciable en estos momentos de crisis que supone, además, una transformación notable de lo que significa diseñar.
Para saber más:
Manzini, E., Jégou, F.: Quotidiano sostenibile. Scenario di vita urbana, Milán, Edizioni Ambiente, 2003.
Manzini,E.: “Scenarios of sustainable ways of living. Local and global visionsâ€, 2004.
Papanek, V.: Design for the Real World. Human Ecology and Social Change, Nueva York, Pantheon Books, 1971.
Papanek, V.: The Green Imperative. Ecology and Ethics in Design and Architecture, Londres, Thames and Hudson, 1995.
Diseño y activismo.
Un poco de historia
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